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martes, 15 de mayo de 2007

Respirar es vivir



Respiro...
me respiro.
Inspiro y llego hasta donde puedo
en las profundidades de mi ser.
Lentamente, espiro...
Y manifiesto esto que soy
doy lo mejor.

María cristina Labajos



El aire y la respiración son uno de los pilares del zen. Desde el nacimiento hasta la muerte estamos respirando. Pero la mayoría del tiempo no solemos reparar en ello. Dormidos, distraídos, desmayados, caminando o acostados...siempre respiramos. Y a pesar de ser algo esencial solemos pasarlo por alto. Esencial no sólo a los seres humanos sino también a los animales, a los minerales, a las plantas.
Todos respiramos para vivir. Todo el mundo respira. El cosmos entero es una gran respiración. Constantemente estamos en intercambio, religados por ese aire. Un aire que es común a todos y por lo tanto no nos pertenece. Sin embargo, y al mismo tiempo, cada uno debe respirar por sí mismo. Cada uno es responsable de su respiración, de su vida.
De modo que es una paradoja: todos somos iguales, pero cada uno es diferente. Todos respiramos el mismo aire, pero cada uno debe hacerlo por sí mismo.
En la Biblia está escrito que Dios tomó barro y modeló un cuerpo a su imagen y semejanza. Y luego a ese cuerpo le dio vida. Le dio su aliento, su aire. Es decir: le dio un alma.
Es interesante saber que la palabra griega que designa el alma es pneu. De ahí derivan luego neumotórax, neumobronquios, neumático... Todo aquello que contiene aire. Pero en su esencia el aire es el aliento de vida, el alma, la vitalidad de todos los seres y las cosas.
Cuando una persona está con espíritu bajo, deprimida, se dice que está desanimada. Si se la quiere ayudar hay que darle aliento, alentarla.
Alentar es dar aire, dar ánimo, dar una suerte de empuje de energía.
El esquema de la respiración se basa en exhalar e inhalar, en dar y recibir. Esa es la vida del Cosmos, nuestra vida: dar y recibir.
La mayor parte de nuestras dolencias, de nuestro sufrimiento, de nuestros errores, tienen su origen en una respiración deficiente. Respiración que se basa en querer recibir lo máximo posible entregando lo mínimo. Sin darnos cuenta que ello nos conduce a enfermedades como la hipertensión, la arterioesclerosis, la artritis, el estreñimiento; acentuando el egoísmo y perpetuando el sufrimiento.
Los seres humanos somos tan tontos que no nos damos cuenta que podemos ser felices y completamente libres ahora. Que eso está aquí y se manifiesta inmediatamente en el acto de dar.
Dar y exhalar van juntos. Vaciando los pulmones se crea un hueco, un espacio, la posibilidad de que aire vivo y fresco pueda entrar.
Si se lo da todo se lo recibe todo. Sólo dar, exhalar, soltar. Darse completamente a la vida es exhalar, ir hasta el fin, vaciarse.
La medida en que uno da es la medida en que recibe.
Es una Ley. Si se presta atención a la exhalación podrá comprenderse esta Ley. Si se comprende esta Ley, se comprenden todas las leyes del Universo.
Vaciarse, dar todo el aliento, ir hasta el fin, es el gran secreto del zen.


Jorge Bustamante
(doyo Zen Ermita de paja).



La Conexión con el centro


Me sirvo de la respiración como indicador esencial de lo que le ocurre al paciente; y como la expresión de su estado emocional. El restablecimiento del equilibrio de la energía emocional está intrínsecamente relacionado con el restablecimiento del equilibrio de la respiración que a mi juicio no se puede trabajar con una sin trabajar con la otra. La pulsación respiratoria relajada da una sensación de centro. Decimos que una persona es “centrada’’ cuando está conectada con el ritmo de su respiración. En sentido estricto, el centro de gravedad del cuerpo está en el hara, unos cinco centímetros debajo del ombligo. Cuando una persona flota en el agua su peso se distribuye a ambos lados de ese punto. La angustia quiebra el ritmo de la respiración, genera una contracción y el individuo se hunde: perdió la conexión con el centro.
La respiración tiene un ritmo semejante al del mar. Vemos las olas ascendiendo y cayendo en el abdomen y el pecho; si aguzamos los oídos, podemos percibir el sonido del aire que entra y sale. Podemos posar las manos sobre la superficie del cuerpo y sentir la inflación y deflación del tronco. En la inspiración, el tronco se expande y un impulso de alargamiento recorre la columna vertebral. En la espiración el sujeto se empequeñece. Exhalar es rendirse y soltar. Inhalar es llenarse y contener, una preparación para la acción.
Sentimos nuestro centro emocional en el corazón; el centro energético se siente en el hara. Si el diafragma está relajado, esos dos centros están conectados y se sienten unificados; si el diafragma está tenso, la conexión se interrumpe. Entonces es posible conectarse con el corazón, pero este no tiene el soporte de la energía de la mitad inferior del cuerpo. Por otro lado, se puede sentir vitalidad y poder en el hara, mientras que en el centro del corazón uno está contraído, o vacío y frío. Estos centros son ”el del amor” y “el del poder“. Cuando están divididos tenemos amor sin poder o poder sin amor. Cuando la conexión del diafragma está abierta, tenemos una persona centrada en el poder del amor.
De modo que la respiración puede ser tanto expresión de espontaneidad como reflejo del condicionamiento del carácter. El modo como una persona respira transmite sentido del ritmo y bienestar interior, o comunica estrés, malestar, presión o incomodidad.

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David Boadella
Corrientes de vida, una introducción a la biosíntesis
PAIDÖS

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