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viernes, 20 de abril de 2007

Las enseñanzas de Moshe Feldenkrais

No son una secuencia rutinaria de ejercicios sino un proceso tan vivo y animado como el mismo maestro que los transmitió. La idea básica es reeducar los movimientos del cuerpo para eliminar las respuestas estereotipadas del cerebro, que obstaculizan nuestro funcionamiento y, por ende, nuestra energía y creatividad.

La sabiduría es una. Su manifestación varía, pero el objetivo es siempre el mismo: liberar el espíritu.
Entre los sabios de este siglo figuró Moshe Feldenkrais (+1984), precursor de una reeducación corporal singular que seguramente tendrá aplicaciones y trascendencia de largo alcance.
Como tantos otros innovadores de nuestro tiempo, Feldenkrais basó su método en la importancia de la conciencia objetiva en el accionar humano. Descubrió principios fundamentales sobre el aprender y cambiar, que nadie antes- ni en Oriente ni en Occidente- había formulado científicamente, a pesar de haberlos intuido de muchas formas. Ideó una forma de enseñanza tan arraigada en el sentido común y tan profundamente simple que está al alcance de cualquiera, desde los más versátiles atletas hasta los discapacitados.
Para Feldenkrais, el estado de conciencia objetiva tiene un significado muy especial. Vivimos, dijo, en cuatro estados posibles: el sueño, la vigilia, la conciencia de sí (consciousness) y la conciencia objetiva (awareness). La conciencia de sí es un aspecto más elevado del estar despierto, pero la conciencia objetiva tiene que ser cultivada: ella es la conjunción de la conciencia de sí y el conocimiento. Incluye prestar atención tanto a lo que ocurre dentro de nosotros como a lo que sucede en el mundo externo. Pues el mundo externo, nuestro entorno de espacio y sociedad, es una parte tan intrínsecamente nuestra como el sistema nervioso y su envoltura corpórea.
La conciencia objetiva no puede ser aprendida; tiene que ser vivida, sentida. Para que esto suceda, han de crearse condiciones de aprendizaje especiales, capaces de estimular ese estado de conciencia y, al mismo tiempo, de presentar problemas cuya resolución depende exclusivamente de él.

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Antología Cuerpo en Movimiento
Revista Uno Mismo.
Año 1988


Prólogo

¿Está usted satisfecho con su postura? ¿Con su modo de respirar? ¿Con su vida? Es decir, ¿Tiene la sensación de haber sacado el máximo de provecho de su potencial genético? ¿Ha aprendido a hacer con usted lo que desearía hacer? ¿Padece dolores crónicos? ¿Lamenta no haber podido llevar a cabo las cosas que le habría gustado realizar? Creo que lo que usted desea en secreto no es inalcanzable: todos podemos vivir como desearíamos hacerlo. El principal obstáculo es la ignorancia: ignorancia científica, personal y cultural. Si no sabemos qué representan nuestros actos no nos será posible hacer lo que deseemos. Durante casi cuarenta años me dediqué, primero, a aprender a conocer qué estaba haciendo y de qué modo, y luego a procurar que los demás aprendieran a aprender y de esta manera pudieran ser justos consigo mismos. Creo que conocerse a sí mismo es lo más importante que un ser humano puede hacer en su favor. Pero, ¿cómo puede una persona conocerse a sí misma? Aprendiendo a actuar, no como debería hacerlo, sino como en realidad lo hace. Tenemos grandes dificultades para diferenciar entre lo que hacemos como deberíamos y lo que queremos hacer con nosotros mismos.
La mayor parte de las personas de cada generación dejan de crecer cuando han alcanzado la madurez sexual, momento en que se las considera adultas y ellas mismas se sienten adultas. La mayor parte del aprendizaje que se produce después de dicha etapa se refiere esencialmente a lo que es importante a nivel social; la evolución y el crecimiento personales son, por lo general, accidentales o una cuestión de suerte.
Muchas veces aprendemos una profesión debido a la oportunidad más que al continuo desarrollo y crecimiento genético. Sólo las personas con inclinaciones artísticas - artesanos, músicos, pintores, escultores, actores bailarines- y algunos científicos continúan creciendo en lo personal, así como también en lo social y profesional. Otros crecen principalmente en lo social y profesional y permanecen en la adolescencia o en la infancia en cuanto a sus emociones y sensaciones; en consecuencia también sus funciones motoras se estancan. Su postura empeora y ciertos movimientos y acciones van quedando excluidos gradualmente de su repertorio. Primero el salto, luego el salto mortal y después la contorsión , en cualquier orden, quedan eliminados o son descuidados de manera tal que en un corto plazo es imposible para esas personas realizar dichas acciones.
Los artistas, debido precisamente a su arte, continúa mejorando, diferenciando y variando sus habilidades motoras hasta la vejez. Continúan creciendo y logran un desempeño acorde con sus intenciones. Es obvio que hay artistas en todas las profesiones, pero lamentablemente no abundan entre el común de la gente.
Tal vez leer este libro lo ayude a seguir una senda más relacionada con su individualidad que el camino real que por lo general se empeña en transitar. No es mi intención corregirlo: su problema, igual que el mío, es que nos esforzamos por obrar correctamente, como se debe, a costa de ahogar, por propia y libre determinación, nuestra individualidad. Finalmente no sabemos lo que queremos, hasta el punto de creer que lo que estamos haciendo es realmente lo que queremos hacer; más aún, el irritante statu quo nos resulta más atractivo que lo que creemos o afirmamos desear. Una solución obvia consiste en preocuparnos menos por lo que hacemos que por el modo como lo hacemos. Ese “como” es el sello de nuestra individualidad; es una indagación sobre el proceso de actuar. Si prestamos atención a nuestro modo de hacer las cosas, tal vez descubramos maneras alternativas de llevarlas a cabo; es decir, tal vez tengamos la posibilidad de elegir, ya que, si no contamos con alternativas, no hay elección posible. Podemos engañarnos diciéndonos que hemos elegido una manera singular de hacer las cosas, pero resultará compulsiva por falta de alternativas.
No es fácil establecer de qué modo un libro o cualquier otro medio puede ser de ayuda. Pensar es estimulante, pero comunicar lo que pensamos por medio de la palabra es complicado. Hablar no equivale a pensar , aunque a veces sí. De todos modos, hagamos el intento: yo disfruto de su compañía y espero que usted llegue a disfrutar de la mía.

La dificultad de ver lo obvio

Moshe Feldenkrais

Editorial Paidós


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